A mí me gustan los baifos. Son lo mismo que los majalulos, una cría, lo que pasa que los majalulos sí son crías, pero del camello, y los baifos también son crías pero de las cabras.
Me gustan porque no les gusta la mismas frutas que a mí, los duraznos y los damascos.
Parecen que están de malaleche, ( muy enfadado), pero no, ¡son tan monos!.
Sus labios son bembas, (que sus labios son carnosos). Les gustan estar o dormir en los berolos, (una piedra).
Bueno, en fin, por todo esto me gustan tanto los baifos y así termino con este texto de me gustan los baifos.
sábado, 6 de noviembre de 2010
Alejandro Darias Santana. 2C. "Me gustan los baifos".
Cuando yo era pequeño, mi abuelo tenía animales en la huerta: alpispas, cochinos, cabras, y un día nació un pequeño baifo. Yo siempre que iba a la huerta, él jugaba conmigo, saltando, corriendo, pero un día un amigo de mi tío vino a la huerta y vio al baifo, y con un saco papas lo enseñó a topar poniéndoselo por delante. Y por culpa de ese tolete, cada vez que subías a la huerta tenías que ir con cuidado, porque si no te daba un taponazo increible. Podía llegar a ser divertido si no te cogía despistado. Hasta que una tarde mi abuelo lo mató para hacer un tenderete por su cumpleaños, ese día acabamos aboyados de tanta carne, y yo descubrí que me gustan los baifos.
Laura Santana Pérez. 2ºC . Me Gustan Los Baifos.
Fuera llovía. Por la ventana se veía un cielo gris y nada más. Teníamos encima una neblina espesa que no dejaba ver nada. Yo escuchaba el repiquetear de las gotas en la ventana cuando mi padre se acercó a la puerta del salón.
- Emilia, buenas noticias. En Semana Santa nos vamos de viaje.
Al oír eso mi cara hizo una mueca de felicidad sin que yo me enterase. Nunca, en mis catorce años de vida, había salido de Extremadura ni para ir a una excursión escolar. De la emoción abracé a mi padre, por haber hecho que apareciera el Sol ante mis ojos. Fuí corriendo a mi cuarto a preparar el bolso. Cogí la maleta, la abrí y empecé a meter un montón de ropa. De repente, se me ocurrió algo. Volví con mi padre, que ahora estaba en la cocina, y le pregunté:
- Pero... ¿A dónde vamos?
Cuando llegamos a Gran Canaria comencé a alucinar. Las primeras tres cosas de las que me di cuenta fueron:
1). ¡Nunca había estado en un lugar completamente rodeado de agua!
2). Fue una estupidez llevar tanta ropa de abrigo.
3). Aquello parecía un asadero.
Al llegar al hotel lo dejamos todo y fuimos a un parque que había cerca. Sin darme cuenta hice un amigo.N os conocimos gracias a una conversación parecida a ésta:
Él: ¡Cuidado con el damasco!
Yo: ¿Qué?
Él: Genial, me quedé sin merendar.
Yo: ¿Qué es esto?
Él: Un damasco aplastado por una majalula.
Yo: ¡¿Qué?!
Miré lo que tenía en el pie. parecia un albaricoque. El niño se llamaba Jonay y hablaba súper raro. Decía cosas como cambado, durazno, llamaba alpispa a la gente... Pero lo más raro es que tenía por mascota una cabra. Bueno, una cría de cabra. Él la llamaba Arveja. Ahora mismo estoy patinando entre si eso en un nombre decente u otra cosa.
Mis días de vacaciones se fueron agotando. La cabra de Jonay cada vez me parecía más graciosa. El último día que vi a mi amigo me dijo: "El baifo te echará de menos". Le pregunté que era un baifo, me dijo que así se llamaba a la cría de la cabra. Al volver al colegio se lo conté todo a mis amigas con pelos y señales. Me acuerdo del final de una conversación absurda con Eva, una de mis compañeras de clase:
- ¿Y qué pasó entonces?
- Que Arveja corrió tras el gato y le mordió el rabo. Arveja es graciosísima, por eso me gustan los baifos.
- Emilia, buenas noticias. En Semana Santa nos vamos de viaje.
Al oír eso mi cara hizo una mueca de felicidad sin que yo me enterase. Nunca, en mis catorce años de vida, había salido de Extremadura ni para ir a una excursión escolar. De la emoción abracé a mi padre, por haber hecho que apareciera el Sol ante mis ojos. Fuí corriendo a mi cuarto a preparar el bolso. Cogí la maleta, la abrí y empecé a meter un montón de ropa. De repente, se me ocurrió algo. Volví con mi padre, que ahora estaba en la cocina, y le pregunté:
- Pero... ¿A dónde vamos?
Cuando llegamos a Gran Canaria comencé a alucinar. Las primeras tres cosas de las que me di cuenta fueron:
1). ¡Nunca había estado en un lugar completamente rodeado de agua!
2). Fue una estupidez llevar tanta ropa de abrigo.
3). Aquello parecía un asadero.
Al llegar al hotel lo dejamos todo y fuimos a un parque que había cerca. Sin darme cuenta hice un amigo.N os conocimos gracias a una conversación parecida a ésta:
Él: ¡Cuidado con el damasco!
Yo: ¿Qué?
Él: Genial, me quedé sin merendar.
Yo: ¿Qué es esto?
Él: Un damasco aplastado por una majalula.
Yo: ¡¿Qué?!
Miré lo que tenía en el pie. parecia un albaricoque. El niño se llamaba Jonay y hablaba súper raro. Decía cosas como cambado, durazno, llamaba alpispa a la gente... Pero lo más raro es que tenía por mascota una cabra. Bueno, una cría de cabra. Él la llamaba Arveja. Ahora mismo estoy patinando entre si eso en un nombre decente u otra cosa.
Mis días de vacaciones se fueron agotando. La cabra de Jonay cada vez me parecía más graciosa. El último día que vi a mi amigo me dijo: "El baifo te echará de menos". Le pregunté que era un baifo, me dijo que así se llamaba a la cría de la cabra. Al volver al colegio se lo conté todo a mis amigas con pelos y señales. Me acuerdo del final de una conversación absurda con Eva, una de mis compañeras de clase:
- ¿Y qué pasó entonces?
- Que Arveja corrió tras el gato y le mordió el rabo. Arveja es graciosísima, por eso me gustan los baifos.
Sara María Luis Reyes. Me gustan los baifos. 2ºA
Era un sábado por la mañana, me junto con la peña para hacer una acampada en la mesa de Tejina. Cuando subíamos por la carretera hacía tanto calor que el piche se pegó en nuestros tenis. Empezábamos a subir la montaña, vimos un cabrero con su rebaño, y las cuevas donde las cabras se quedaban por la noche.
Descansamos en la sombra de un árbol que tenía unos frutos amarillos y rojos aterciopelados. Discutíamos sobre su nombre, unos decían que eran nísperos, otros decían que eran melocotones, y fui yo la que afirmó que eran damascos. Cogimos unos pocos y los metimos en las maletas para la merienda. Cogí tantos que me quedé cambada del peso de la maleta.
Mientras caminábamos alguien gritó, era unos de mis compañeros, ¡se metió un trompada! Veíamos a un grupo de gente que venía y los llamamos para ver si tenían unas tiritas, pero eran chonis y no entendían nada.
Llegamos a un punto del camino que no podíamos seguir por las malas hierbas y zarzas que habían crecido.
Había un baifo al otro lado de las malas hierbas y detrás de nosotros había una cabra buscando a su cría. Dejamos que la cabra pasara delante y poco a poco fue abriendo el camino para ver a su cría. Ellos se reencontraron y nosotros seguimos nuestro camino. Por eso me gustan los baifos.
Descansamos en la sombra de un árbol que tenía unos frutos amarillos y rojos aterciopelados. Discutíamos sobre su nombre, unos decían que eran nísperos, otros decían que eran melocotones, y fui yo la que afirmó que eran damascos. Cogimos unos pocos y los metimos en las maletas para la merienda. Cogí tantos que me quedé cambada del peso de la maleta.
Mientras caminábamos alguien gritó, era unos de mis compañeros, ¡se metió un trompada! Veíamos a un grupo de gente que venía y los llamamos para ver si tenían unas tiritas, pero eran chonis y no entendían nada.
Llegamos a un punto del camino que no podíamos seguir por las malas hierbas y zarzas que habían crecido.
Había un baifo al otro lado de las malas hierbas y detrás de nosotros había una cabra buscando a su cría. Dejamos que la cabra pasara delante y poco a poco fue abriendo el camino para ver a su cría. Ellos se reencontraron y nosotros seguimos nuestro camino. Por eso me gustan los baifos.
Daniel Rodríguez Suárez 2ºC Me gustan los baifos
Estaba contra la pared sufriendo, torturado y acongojado…
Tres hombres tirándome berolos y jugando entre ellos, a ver quién me daba en la cabeza, oscuridad…
Tirado en el suelo de mala calidad ( piche ), cambado, debido a los moratones sufridos.
Todavía me acuerdo como empezó todo: el día anterior estaba en la playa con unos amigos, ese día hacía mucho calor, estábamos celebrando nuestra recién llegada a México, a la península de Yucatán.
Nos había tocado un sorteo de un viaje a un hotel de 5 estrellas 2 semanas y ese día era el primero que estábamos allí.
Se nos ocurrió ir a Ciudad De México al día siguiente, a mí me daba un poco de miedo puesto que esa ciudad tiene uno de los mayores índices de asesinatos, violaciones y secuestros del mundo .
Nosotros íbamos a ir sin guía ni nada puesto que había un amigo de esos que mencioné antes que vivía allí y según él se la conocía como la palma de su mano…
Al principio todo fue bien, nos enteramos donde había un restaurante de comida canaria donde se servía carne fiesta, chochos, duraznos, arvejas, etc.
Pero después nos fuimos adentrando en la ciudad cuando pasamos por una calle llamada Miraflor, muy pobre según las gentes del lugar. En ese lugar había una comisaría y cuando pasamos miré de soslayo un cartel que ponía que se daba una recompensa a quien atrapase a una banda de secuestradores. Lo comenté en plan vacilón con mis amigos y ellos se rieron de mí cuando les sugerí que podíamos cogerlos ¡hasta me llamaron machango!.
Seguimos así viendo y viendo la ciudad hasta que se hizo de noche .
Yo estaba atemorizado puesto que de repente empezaron a aparecer prostitutas, traficantes de la droga etc.
Les estaba diciendo que nos fuéramos de vuelta al aeropuerto para volver a la península de Yucatán, pero dijeron que nos quedaba un único sitio que visitar de nuestra particular excursión: me quedé atónito…¡Una discoteca!.
Nada más llegar vi lo típico de una discoteca, gente bailando, pero cuando afiné la vista había personas tomando pastillas llamadas éxtasis, cocaína, (entre otras cosas), de las cuales muchas se desmayaban y posteriormente las sacaban por la puerta trasera.
Cuando nos dimos cuenta de la "movida" y queríamos salir de allí, vi dos hombres de negro que me cogieron y me taparon la boca con algo que me dejó dormido y no recuerdo nada más.
Cuando desperté vinieron tres hombres de negro que me llevaron a una estancia que pertenecía a una granja donde había muchas cabras para seguro matarlas y venderlas para comercio. Comenzaron a torturarme, solicitando información sobre un alijo. Como no pude responder porque no sabía nada, me ofrecieron que me dejarían libre con la única condición de que pasara mercancía cuando regresara a Canarias. En ese momento apareció un cuarto hombre con acento diferente a los otros tres preguntando qué había de cena. Por la forma de hablar descubrí que era canario como nosotros. Había una cabra pequeñita y yo pensé qué bonita la cabrita y de repente salió un cuchillo de la nada y mató al cabrito de una rebanada de cuello antes de que ese cuchillo se dirigiera a mi corazón para darme una puñalada mortal, vi que el hombre que había matado a la cabrita se la ofreció a otro y lo último que oí antes de pasar a mejor vida fue: tranquilo, no me la des, no me gustan los baifos.
Tres hombres tirándome berolos y jugando entre ellos, a ver quién me daba en la cabeza, oscuridad…
Tirado en el suelo de mala calidad ( piche ), cambado, debido a los moratones sufridos.
Todavía me acuerdo como empezó todo: el día anterior estaba en la playa con unos amigos, ese día hacía mucho calor, estábamos celebrando nuestra recién llegada a México, a la península de Yucatán.
Nos había tocado un sorteo de un viaje a un hotel de 5 estrellas 2 semanas y ese día era el primero que estábamos allí.
Se nos ocurrió ir a Ciudad De México al día siguiente, a mí me daba un poco de miedo puesto que esa ciudad tiene uno de los mayores índices de asesinatos, violaciones y secuestros del mundo .
Nosotros íbamos a ir sin guía ni nada puesto que había un amigo de esos que mencioné antes que vivía allí y según él se la conocía como la palma de su mano…
Al principio todo fue bien, nos enteramos donde había un restaurante de comida canaria donde se servía carne fiesta, chochos, duraznos, arvejas, etc.
Pero después nos fuimos adentrando en la ciudad cuando pasamos por una calle llamada Miraflor, muy pobre según las gentes del lugar. En ese lugar había una comisaría y cuando pasamos miré de soslayo un cartel que ponía que se daba una recompensa a quien atrapase a una banda de secuestradores. Lo comenté en plan vacilón con mis amigos y ellos se rieron de mí cuando les sugerí que podíamos cogerlos ¡hasta me llamaron machango!.
Seguimos así viendo y viendo la ciudad hasta que se hizo de noche .
Yo estaba atemorizado puesto que de repente empezaron a aparecer prostitutas, traficantes de la droga etc.
Les estaba diciendo que nos fuéramos de vuelta al aeropuerto para volver a la península de Yucatán, pero dijeron que nos quedaba un único sitio que visitar de nuestra particular excursión: me quedé atónito…¡Una discoteca!.
Nada más llegar vi lo típico de una discoteca, gente bailando, pero cuando afiné la vista había personas tomando pastillas llamadas éxtasis, cocaína, (entre otras cosas), de las cuales muchas se desmayaban y posteriormente las sacaban por la puerta trasera.
Cuando nos dimos cuenta de la "movida" y queríamos salir de allí, vi dos hombres de negro que me cogieron y me taparon la boca con algo que me dejó dormido y no recuerdo nada más.
Cuando desperté vinieron tres hombres de negro que me llevaron a una estancia que pertenecía a una granja donde había muchas cabras para seguro matarlas y venderlas para comercio. Comenzaron a torturarme, solicitando información sobre un alijo. Como no pude responder porque no sabía nada, me ofrecieron que me dejarían libre con la única condición de que pasara mercancía cuando regresara a Canarias. En ese momento apareció un cuarto hombre con acento diferente a los otros tres preguntando qué había de cena. Por la forma de hablar descubrí que era canario como nosotros. Había una cabra pequeñita y yo pensé qué bonita la cabrita y de repente salió un cuchillo de la nada y mató al cabrito de una rebanada de cuello antes de que ese cuchillo se dirigiera a mi corazón para darme una puñalada mortal, vi que el hombre que había matado a la cabrita se la ofreció a otro y lo último que oí antes de pasar a mejor vida fue: tranquilo, no me la des, no me gustan los baifos.
Ibrahima Hernández Torrejón Me gustan los baifos 2º ESO D
En un pueblo al sur de California, vivía una familia tranqulia y sin preocupaciones. La madre y el padre trabajaban en el campo mientras los niños Tom y Lucas iban al colegio. La madre siempre le alegaba a los niños por no hacer la tarea, porque los profesores le escribían notitas a los dos. Por las tardes, los niños iban al campo para ayudar a sus padres y cuidar de la granja que tenían. Todas las tardes hacía un pelete y por eso los niños llevaban grandes abrigos. Tom era zoquete porque siempre se equivocaba con la comida de los animales, en cambio, Lucas era más listo que él.
Entre los diversos animales que tenían contaban con: cabras, ovejas, cerdos, gallinas, conejos... A Tom le gustaban los conejos y a Lucas las ovejas porque decía que le podías sacar la lana y hacer abrigos con ella. Al acabar el día la madre si hacían bien el trabjo los premiaba con un chupete a cada uno.
En el colegio Tom le lajaba las cosas a Lucas y Lucas se enfandó y lo llamó machango y la madre los castigó sin ir a la granja durante un par de semanas y los niños se aburrían y a veces se peleaban cuando estaban en casa.
Un día en la granja una cabra quedó preñada y los niños se emocionaron y pensaron que sería genial tener a un baifo en su granja. Al cabo de dos meses la cabra ya estaba para parir y el padre de los niños sacó al baifito. Tom y Lucas lo llamaron Max y siempre se ponían a jugar con él hasta que un día los niños se ol vidaron de los demás animales y dijeron: "Me gustan los baifos.
Entre los diversos animales que tenían contaban con: cabras, ovejas, cerdos, gallinas, conejos... A Tom le gustaban los conejos y a Lucas las ovejas porque decía que le podías sacar la lana y hacer abrigos con ella. Al acabar el día la madre si hacían bien el trabjo los premiaba con un chupete a cada uno.
En el colegio Tom le lajaba las cosas a Lucas y Lucas se enfandó y lo llamó machango y la madre los castigó sin ir a la granja durante un par de semanas y los niños se aburrían y a veces se peleaban cuando estaban en casa.
Un día en la granja una cabra quedó preñada y los niños se emocionaron y pensaron que sería genial tener a un baifo en su granja. Al cabo de dos meses la cabra ya estaba para parir y el padre de los niños sacó al baifito. Tom y Lucas lo llamaron Max y siempre se ponían a jugar con él hasta que un día los niños se ol vidaron de los demás animales y dijeron: "Me gustan los baifos.
Benjamín Herrera Sánchez 2ºD Me gustan los baifos
En una mañana soleada se encontraba Benjamín y su padre Luis, en una parada de guagua situada en el pueblo de Tejina, dispuestos a dirigirse a Tegueste, a la finca de un amigo de su padre. Al llegar se encontraron con Lolo el amigo de su padre, y su hijo Simón.
Para Benjamín, Simón era medio totufo pero aun así le caía bien, estuvieron toda la mañana quitando berolos de un huerto, junto al que sus padres estaban recogiendo papas.
Más tarde se dio cuenta de que en la otra huerta había millo plantado. Después Simón quiso enseñarle a Benjamín los animales que había en la finca, había conejos, gallinas, perros, caballos, etc… lo que más le llamó la atención a Benjamín fueron los baifos, se sentó en una laja a observarlos. Tuvo hambre, se miró los bolsillos y encontró un par de chupetes, se los comieron entre los dos. Sin embargo, seguían teniendo hambre por lo que Simón fue a buscar un montón de galletas. Al no tener agua que beber, enyugados fueron a buscar agua a la casa; justo en ese momento apareció el padre de Benjamín y Lolo el padre de Simón, ya habían recogido las papas. Mientras Luis y Lolo se tomaban el café, los chicos decidieron ir de nuevo a contemplar a los baifos desde la laja. Al rato el padre de Benjamín lo llamó porque se tenían que ir. Ya en la guagua Benjamín no paraba de contarle al padre todo lo que había hecho durante el día, insistiendo una y otra vez con la misma frase, "me gustan los baifos".
Para Benjamín, Simón era medio totufo pero aun así le caía bien, estuvieron toda la mañana quitando berolos de un huerto, junto al que sus padres estaban recogiendo papas.
Más tarde se dio cuenta de que en la otra huerta había millo plantado. Después Simón quiso enseñarle a Benjamín los animales que había en la finca, había conejos, gallinas, perros, caballos, etc… lo que más le llamó la atención a Benjamín fueron los baifos, se sentó en una laja a observarlos. Tuvo hambre, se miró los bolsillos y encontró un par de chupetes, se los comieron entre los dos. Sin embargo, seguían teniendo hambre por lo que Simón fue a buscar un montón de galletas. Al no tener agua que beber, enyugados fueron a buscar agua a la casa; justo en ese momento apareció el padre de Benjamín y Lolo el padre de Simón, ya habían recogido las papas. Mientras Luis y Lolo se tomaban el café, los chicos decidieron ir de nuevo a contemplar a los baifos desde la laja. Al rato el padre de Benjamín lo llamó porque se tenían que ir. Ya en la guagua Benjamín no paraba de contarle al padre todo lo que había hecho durante el día, insistiendo una y otra vez con la misma frase, "me gustan los baifos".
Víctor García Seoane 2º D Me gustan los baifos
Marcos y yo íbamos caminando hacia La Laguna cuando nos encontramos con una estatua o algo parecido. Intuimos por lo que decía al pie de la estatua que era una "esfinge" y al pasar a su lado cobro vida. Nos echamos para atrás muertos de miedo y la estatua nos dijo:
-¿A dónde creéis que vais. ? – Dijo la estatua.
-Vamos a La Laguna.-Dije yo.
-¿Sois extranjeros, verdad ?-dijo la estatua.
-No, somos de Tejina.- respondí yo.
-Hum…como no me lo creo os haré el pasa palabra Canario. –nos dijo ella. –¿Os atreveis?
-Sí. –dije yo.
-Vale, empecemos, con la "g", vehículo de trasporte público.
-Eh…uh…pues… ¡Guagua !-dije yo.
-Correcto, pasamos a la siguiente, con la "t", persona no muy lista.
-Este me lo sé yo, –dijo Marcos –totufo.
-Correcto, empieza por la "e", comer mucho.
-Embostarse –dije yo.
-Se os da bien, pero a ver si os sale esta, contiene dos "f".
-Uy…que difícil…puede ser…¡fosforo!
-Bien, bien, palabra o insulto de cariño hacia alguien no muy listo.
-¡Machango!-dijo Marcos.
-¿Cómo lo sabías? -le pregunté yo.
-Es que, en el colegio me llamaban así –dijo Marcos, arrepintiéndose de haberlo dicho.
-Bueno, vamos con la siguiente palabra- dijo la esfinge para seguir–palabra que empieza por la "l", persona que causa disturbios.
-Laja- dije yo.
-Correcto, ya podéis pasar- dijo la esfinge.
Entonces Marcos y yo entramos en La Laguna y cuando estuvimos dentro le pregunté a Marcos:
-¿A dónde vamos ahora?
-Qué tal si vamos si vamos al bosque ,-me dijo él –para ver a los baifos.
-Si, venga, vamos, porque a mí me gustan los baifos.
-¿A dónde creéis que vais. ? – Dijo la estatua.
-Vamos a La Laguna.-Dije yo.
-¿Sois extranjeros, verdad ?-dijo la estatua.
-No, somos de Tejina.- respondí yo.
-Hum…como no me lo creo os haré el pasa palabra Canario. –nos dijo ella. –¿Os atreveis?
-Sí. –dije yo.
-Vale, empecemos, con la "g", vehículo de trasporte público.
-Eh…uh…pues… ¡Guagua !-dije yo.
-Correcto, pasamos a la siguiente, con la "t", persona no muy lista.
-Este me lo sé yo, –dijo Marcos –totufo.
-Correcto, empieza por la "e", comer mucho.
-Embostarse –dije yo.
-Se os da bien, pero a ver si os sale esta, contiene dos "f".
-Uy…que difícil…puede ser…¡fosforo!
-Bien, bien, palabra o insulto de cariño hacia alguien no muy listo.
-¡Machango!-dijo Marcos.
-¿Cómo lo sabías? -le pregunté yo.
-Es que, en el colegio me llamaban así –dijo Marcos, arrepintiéndose de haberlo dicho.
-Bueno, vamos con la siguiente palabra- dijo la esfinge para seguir–palabra que empieza por la "l", persona que causa disturbios.
-Laja- dije yo.
-Correcto, ya podéis pasar- dijo la esfinge.
Entonces Marcos y yo entramos en La Laguna y cuando estuvimos dentro le pregunté a Marcos:
-¿A dónde vamos ahora?
-Qué tal si vamos si vamos al bosque ,-me dijo él –para ver a los baifos.
-Si, venga, vamos, porque a mí me gustan los baifos.
Taymi Padrón Delis 2ºD Me gustan los baifos
Laura se asomó por la ventana de su cuarto,había descubierto una inmensa pradera llena de animales, que no llegaba a visualizar con exactitud.
-Supongo que este lugar no está tan mal después de todo..-se dijo para sí misma.
Estaba alucinando, no esperaba encontrarse con algo así. Quiso contárselo a su hermano pequeño, seguro que le entusiasmaba la idea de pasarse por allí a investigar la zona.
-¡Eric!- chilló Laura.
En un abrir y cerrar de ojos apareció, saltando de alegría y riéndose a carcajadas.
-¿Serás laja? ¡Cómo te atreves a robarme mi chupete!-chilló Laura, histérica. Se tomaba muy a pecho eso de que su hermano le quitase las cosas.
-¡Papá me dijo que me lo podía comer!- se defendió Eric, enfurecido.
De forma instantánea bajaron las escaleras y fueron corriendo hacia la cocina,gritándose mutuamente.
-¡Laura acaba de alegarme porque dice que me comí su chupete! -contaba Eric,entre lágrimas.
María, la madre, dejó los fósforos sobre la encimera y se centró en los escandalosos de sus hijos.
-¿Se puede saber que ocurre?, ¡no sean belillos!
Laura aún no se había calmado... ¡estaba harta! La mayoría de las veces le acababan echando el alegato a ella.
-¡Eric siempre me quita las cosas!,¡un día de estos le voy a hacer un totufo en la cabeza!-
-¡Laura!, no te me revires jovencita! -argumentó la madre. -¿Por qué no se van a dar una vuelta por la granja? a ver si así os relajáis un poco los dos.¡Qué parecéis perros y gatos!.
-Está bien..supongo que me he pasado un poco con Eric -dijo agachando la cabeza, a modo de disculpa. -¡Pero para mí sigue siendo un machango! -añadió entre risas.
Salieron de la casa completamente revolucionados, dando un estruendoso portazo. La pradera era hermosa..completamente verde.
-¡Qué pelete!- tartamudeó Eric.
Fueron corriendo hacia las cabras, cogidos de la mano. Laura se quedó boquiabierta, no salía de su asombro.
-¡Ay!..si vieses como me gustan los baifos.
-Supongo que este lugar no está tan mal después de todo..-se dijo para sí misma.
Estaba alucinando, no esperaba encontrarse con algo así. Quiso contárselo a su hermano pequeño, seguro que le entusiasmaba la idea de pasarse por allí a investigar la zona.
-¡Eric!- chilló Laura.
En un abrir y cerrar de ojos apareció, saltando de alegría y riéndose a carcajadas.
-¿Serás laja? ¡Cómo te atreves a robarme mi chupete!-chilló Laura, histérica. Se tomaba muy a pecho eso de que su hermano le quitase las cosas.
-¡Papá me dijo que me lo podía comer!- se defendió Eric, enfurecido.
De forma instantánea bajaron las escaleras y fueron corriendo hacia la cocina,gritándose mutuamente.
-¡Laura acaba de alegarme porque dice que me comí su chupete! -contaba Eric,entre lágrimas.
María, la madre, dejó los fósforos sobre la encimera y se centró en los escandalosos de sus hijos.
-¿Se puede saber que ocurre?, ¡no sean belillos!
Laura aún no se había calmado... ¡estaba harta! La mayoría de las veces le acababan echando el alegato a ella.
-¡Eric siempre me quita las cosas!,¡un día de estos le voy a hacer un totufo en la cabeza!-
-¡Laura!, no te me revires jovencita! -argumentó la madre. -¿Por qué no se van a dar una vuelta por la granja? a ver si así os relajáis un poco los dos.¡Qué parecéis perros y gatos!.
-Está bien..supongo que me he pasado un poco con Eric -dijo agachando la cabeza, a modo de disculpa. -¡Pero para mí sigue siendo un machango! -añadió entre risas.
Salieron de la casa completamente revolucionados, dando un estruendoso portazo. La pradera era hermosa..completamente verde.
-¡Qué pelete!- tartamudeó Eric.
Fueron corriendo hacia las cabras, cogidos de la mano. Laura se quedó boquiabierta, no salía de su asombro.
-¡Ay!..si vieses como me gustan los baifos.
Javier Navarro Martín 2ª C Me gustan los baifos
Era un día de verano y Marcos y Pedro jugaban a hacer castillos de arena en la playa. Pedro era un niño de diez años, bajito, moreno y regordete mientras que Marcos era un niño de once años, alto, flaco, rubio y llevaba un zarcillo en la oreja. Los dos miraban atentamente a una chica muy guapa que estaba bañándose. Un momento después un chico mayor se acercó a ella y la besó.
-¡Mira el nota ese! –dijo Pedro.
El chico mayor escuchó esto y le dijo:
-¡Cállate machango!
-Deja a mi amigo en paz, laja –dijo Marcos.
Entonces el chico mayor se reviró y fue corriendo hacia él.
-¡No seas zoquete, Marcos, corre!
Marcos corrió todo lo que pudo pero enseguida se encontró envuelto en las piñas del chico. Pedro intentó ayudarle pero el chico le dio un empujón y lo estampó contra su castillo de arena.
Marcos no sentía su cuerpo; estaba inconsciente.
-¡Marcos despierta!
Marcos se sentía un poco confuso pero enseguida se incorporó.
-Pedro, he tenido una pesadilla, ¡un chico me mató a piñas!
-Estás como una cabra o mejor, como un baifo.
-¡Me gustan los baifos…!
-¡Mira el nota ese! –dijo Pedro.
El chico mayor escuchó esto y le dijo:
-¡Cállate machango!
-Deja a mi amigo en paz, laja –dijo Marcos.
Entonces el chico mayor se reviró y fue corriendo hacia él.
-¡No seas zoquete, Marcos, corre!
Marcos corrió todo lo que pudo pero enseguida se encontró envuelto en las piñas del chico. Pedro intentó ayudarle pero el chico le dio un empujón y lo estampó contra su castillo de arena.
Marcos no sentía su cuerpo; estaba inconsciente.
-¡Marcos despierta!
Marcos se sentía un poco confuso pero enseguida se incorporó.
-Pedro, he tenido una pesadilla, ¡un chico me mató a piñas!
-Estás como una cabra o mejor, como un baifo.
-¡Me gustan los baifos…!
Raúl Afonso Pérez Me gustan los baifos 2ºC
Todo empezo en una fiesta de un amigo mío que nos invito a comer un baifo. Por allí había un guanajo que era una alpispa.En lo que el baifo se hacía estaba comiéndome unos chochos que estaban en la mesa en un cuenco en la mesa del medio, donde estaban los mayores.
Me reuní con muchos amigos que no veía desde hacía muchos años. Estuvimos bailando, cantando en un karaoke, jugando al envite y hablando de como nos iba la cosa. Me encontré con una vieja amiga con la que tuve un noviazgo de joven, con el machango del grupo y con mi mejor amigo que siempre estaba hablando de majalulos.
Después, empezamos a comernos el baifo, mientras comíamos repartieron unas rifas donde se premiaba un cochino, una cesta de duraznos y de damascos y una botella de vino. Cuando terminamos se rifó y... ¡Me tocó a mí! Estaba muy contento y con ganas de fiesta, así que me puse a cantar en el karaoke un rap.
Cogí la botella de vino que me había tocado en el premio y... Bueno ya te puedes imaginar lo que hice con ella ¡me eché un tanganazo de vino y salí de allí como si estuviea levitando.
Cuando llegué a mi casa lo primero que hice fue bañarme y acostarme dejándome caer de la que llevaba encima. Soñé con aquel niño que estaba revoloteando por allí y me decía que si me gustaban los baifos y después de un largo silencio le contesté: ¡Me gustan los baifos!
Me reuní con muchos amigos que no veía desde hacía muchos años. Estuvimos bailando, cantando en un karaoke, jugando al envite y hablando de como nos iba la cosa. Me encontré con una vieja amiga con la que tuve un noviazgo de joven, con el machango del grupo y con mi mejor amigo que siempre estaba hablando de majalulos.
Después, empezamos a comernos el baifo, mientras comíamos repartieron unas rifas donde se premiaba un cochino, una cesta de duraznos y de damascos y una botella de vino. Cuando terminamos se rifó y... ¡Me tocó a mí! Estaba muy contento y con ganas de fiesta, así que me puse a cantar en el karaoke un rap.
Cogí la botella de vino que me había tocado en el premio y... Bueno ya te puedes imaginar lo que hice con ella ¡me eché un tanganazo de vino y salí de allí como si estuviea levitando.
Cuando llegué a mi casa lo primero que hice fue bañarme y acostarme dejándome caer de la que llevaba encima. Soñé con aquel niño que estaba revoloteando por allí y me decía que si me gustaban los baifos y después de un largo silencio le contesté: ¡Me gustan los baifos!
Sergio Hernández Gutiérrez. 'Me gustan los baifos'. 2º C
Ya hace tiempo, en un lugar asequible, en un monte de Taganana con muchas melocotoneras muy bellas; entre duraznos en el suelo me encontraba yo sentado cómodamente en uno de esos árboles, abollado de tanta cotufa. Y es que, en una noche de cine es de guiri no comerlas.
Me encontraba cansado, y decidí echarme un rato. Pero entre tanto vi a un machango acercándose a mi con un pequeño baifo.
- ¡Ño! ¿Qué hace una persona con un baifo tan pequeño por aquí?
- Me gusta presumir de baifo -dijo con una pequeña sonrisa.
- Que engreído... -le respondí.
La verdad es que me encantan los baifos, pero la actitud de aquel personaje no. Era un hombre alto, gordo y con unas bembas que se le salían de su órbita. Como no pude aguantarme, para no pegarle una trompada, le dije:
- Me gustan los baifos, es muy bonito, pero si quieres presumir no salgas a la la calle, que con esas bembas es muy difícil.
El hombre, atónito, salió corriendo con su baifo y tropezó con un berolo, pero siguió su rumbo. Aquel hombre aprendió su lección y yo la mía: cada vez más, me gustan los baifos.
Me encontraba cansado, y decidí echarme un rato. Pero entre tanto vi a un machango acercándose a mi con un pequeño baifo.
- ¡Ño! ¿Qué hace una persona con un baifo tan pequeño por aquí?
- Me gusta presumir de baifo -dijo con una pequeña sonrisa.
- Que engreído... -le respondí.
La verdad es que me encantan los baifos, pero la actitud de aquel personaje no. Era un hombre alto, gordo y con unas bembas que se le salían de su órbita. Como no pude aguantarme, para no pegarle una trompada, le dije:
- Me gustan los baifos, es muy bonito, pero si quieres presumir no salgas a la la calle, que con esas bembas es muy difícil.
El hombre, atónito, salió corriendo con su baifo y tropezó con un berolo, pero siguió su rumbo. Aquel hombre aprendió su lección y yo la mía: cada vez más, me gustan los baifos.
Lucía Herrera. ...me gustan los baifos.2º C
Movía las manos de un lado a otro intentando expresarle a su madre lo que no sabía como decírle con palabras, mientras la miraba con ojitos de pena y los labios entreabiertos preparados para rebatir cualquier frase que dijera su madre.
-Irás lo quieras o no ¿entendido, Isora? -le decía su madre con gesto serio y algo enfadado con los brazos cruzados. La madre de Isora era una señora de treinta y pocos, cabellos castaños y siempre peinaba una coleta sin flequillo que tapara aquella gran frente y tenía unas grandes bembas; Isora intentó debatirlo de nuevo
-No hay más que hablar -le dijo cortante su madre caminando de nuevo a la cocina a seguir preparando la cena.
Isora era una chica de unos quince, caprichosa y para nada de pueblo. Tenía el cabello por los hombros y de color negro como el mismísimo carbón, con un flequillo totalmente recto.
Ante tales negativas de su madre, infló los mofletes y caminó rumbo a su habitación por el oscuro pasillo, maldiciendo todo aquello que estuviera en su camino, inclusive a su querido gato. Agarró el pomo de la puerta con fuerza, dispuesta a dar un portazo.
-No, relax...-se dijo a sí misma en voz bajita y cerró la puerta con calma apoyando la espalda en ella
-El campo no puede ser tan malo-se decía mentalmente -¿¡Cómo qué no puede ser tan malo!? ¡No veré a mis amigas ni a nadie! ¡Estaré entre bichos! -Resopló enfadada y se puso a hacer a la maleta.
Y es que nuestra protagonista debía irse por unos días con su tío Juanito, al campo.
-Bueno...quizás no sea tan malo -se dijo desviando la vista un momento hacia el árbol que tenía frente a su ventana. Las flores de damasco eran bonitas realmente.
A la mañana siguiente se despertó bastante temprano pues según su madre tenía que llegar temprano. Bufó arrastrándo los pies por la casa arreglándose hasta que de un pequeño portazo salió de la casa.
Cargaba su maleta llena de ropa, productos para el pelo y maquillaje, aunque se preguntaba si en el campo habría electricidad. Al poco de esperar se subió a la guagua con una mueca de desagrado.
Veinte minutos después llegó a lo que sería su nuevo hogar durante unos días. Era una gran casa, la verdad; de una sola planta y a su alrededor había grandes plantaciones de algo verde que no lograba identificar. Caminó hasta la puerta de la casa por un caminito de tierra, es decir no tenía piche. Buscó el timbre sin resultado alguno hasta que al final dio un par de toques en la puerta de madera.
-¡Oh Isora! -Exclamó un hombre de gran bigote blanco y sin pelo alguno en la cabeza -Anda pasa, luego te enseño el campo -Le dejó paso - Es que ando algo aboyado de las papas arrugadas que hizo mi mujer.
-Oh ¿qué es ese animalito de ahi?-Dijo Isora antes de entrar señalando lo que parecía una cabra pero en pequeñito que estaba a los pies de su tío.
-Un baifo-le respondió su tío.
-Vaya -La chica sonrió dulcemente por primera vez en dos días-me gustan los baifos.
-Irás lo quieras o no ¿entendido, Isora? -le decía su madre con gesto serio y algo enfadado con los brazos cruzados. La madre de Isora era una señora de treinta y pocos, cabellos castaños y siempre peinaba una coleta sin flequillo que tapara aquella gran frente y tenía unas grandes bembas; Isora intentó debatirlo de nuevo
-No hay más que hablar -le dijo cortante su madre caminando de nuevo a la cocina a seguir preparando la cena.
Isora era una chica de unos quince, caprichosa y para nada de pueblo. Tenía el cabello por los hombros y de color negro como el mismísimo carbón, con un flequillo totalmente recto.
Ante tales negativas de su madre, infló los mofletes y caminó rumbo a su habitación por el oscuro pasillo, maldiciendo todo aquello que estuviera en su camino, inclusive a su querido gato. Agarró el pomo de la puerta con fuerza, dispuesta a dar un portazo.
-No, relax...-se dijo a sí misma en voz bajita y cerró la puerta con calma apoyando la espalda en ella
-El campo no puede ser tan malo-se decía mentalmente -¿¡Cómo qué no puede ser tan malo!? ¡No veré a mis amigas ni a nadie! ¡Estaré entre bichos! -Resopló enfadada y se puso a hacer a la maleta.
Y es que nuestra protagonista debía irse por unos días con su tío Juanito, al campo.
-Bueno...quizás no sea tan malo -se dijo desviando la vista un momento hacia el árbol que tenía frente a su ventana. Las flores de damasco eran bonitas realmente.
A la mañana siguiente se despertó bastante temprano pues según su madre tenía que llegar temprano. Bufó arrastrándo los pies por la casa arreglándose hasta que de un pequeño portazo salió de la casa.
Cargaba su maleta llena de ropa, productos para el pelo y maquillaje, aunque se preguntaba si en el campo habría electricidad. Al poco de esperar se subió a la guagua con una mueca de desagrado.
Veinte minutos después llegó a lo que sería su nuevo hogar durante unos días. Era una gran casa, la verdad; de una sola planta y a su alrededor había grandes plantaciones de algo verde que no lograba identificar. Caminó hasta la puerta de la casa por un caminito de tierra, es decir no tenía piche. Buscó el timbre sin resultado alguno hasta que al final dio un par de toques en la puerta de madera.
-¡Oh Isora! -Exclamó un hombre de gran bigote blanco y sin pelo alguno en la cabeza -Anda pasa, luego te enseño el campo -Le dejó paso - Es que ando algo aboyado de las papas arrugadas que hizo mi mujer.
-Oh ¿qué es ese animalito de ahi?-Dijo Isora antes de entrar señalando lo que parecía una cabra pero en pequeñito que estaba a los pies de su tío.
-Un baifo-le respondió su tío.
-Vaya -La chica sonrió dulcemente por primera vez en dos días-me gustan los baifos.
Ivana Díaz Cedrés 2º C Me gustan los baifos
Era una semana como otra cualquiera, pero con una diferencia, una amiga de la península venía a casa. Perdón, aún no me he presentado, me llamo Javier, soy un chico peculiar de 22 años, que vive en Tegueste, Canarias y que disfruto mis mañanas ordeñando cabras, vacas, dándole de comer a las gallinas... No soy de los que sale de fiesta.
La amiga que os he nombrado se llama Joana, la conocí a través de internet, diran ¡un chico que ordeña vacas en internet!, pues sí. Hemos establecido una amistad muy buena. Yo la visité el año anterior, me enseñó cosas típicas de allí, me presentó a unos amigos...Uno de ellos no me caía nada bien, era un tolete, con lo simpática que es Joana.
Ahora ella va a visitarme y voy a enseñarle mis vacas, mis gallinas, mis cabras... Y espero pasar una buena semana con ella, y que se vaya feliz.
Llegó el día, me levanté, me vestí, me aseé, desayuné y cogí la guagua para ir al aeropuerto a buscar a Joana. Busqué la terminal por la que saldría, y por el camino encontré a un montón de chonis.
La ví, iba con su maleta color gris.
-¡Joana!
-¡Javi!-Dijo con su dulce voz.
-Cuánto tiempo, ¿como estás?
-Muy bien, pero ayúdame con las maletas que estoy muy cansada.
Se las llevé hasta la parada de taxis y por fin llegamos a Tegueste, las calles olían muy mal, porque estaban cambiando el piche. Era la una del mediodía y le enseñé la casa, su dormitorio, todo menos las cabras. Me puse manos a la obra con el almuerzo mientras ella se duchaba. Le preparé una receta que se me da bastante bien, arvejas.
Terminamos de almorzar, descansamos y por fín le enseñé mi pequeña granja. Le enseñé a ordeñar vacas, le encantó. Lo cierto es que no los pasamos muy bien, riendo a carcajadas porque toda la leche salía disparada para todos lados. Luego nos pusimos con las cabras, había que tener cuidado porque una de ellas estaba a punto de parir. Y vaya suerte, Joana vio el parto, como los dos baifos salían del interior de la cabra. Lo unico que pudo decir fue:
-Me gustan los baifos...
La amiga que os he nombrado se llama Joana, la conocí a través de internet, diran ¡un chico que ordeña vacas en internet!, pues sí. Hemos establecido una amistad muy buena. Yo la visité el año anterior, me enseñó cosas típicas de allí, me presentó a unos amigos...Uno de ellos no me caía nada bien, era un tolete, con lo simpática que es Joana.
Ahora ella va a visitarme y voy a enseñarle mis vacas, mis gallinas, mis cabras... Y espero pasar una buena semana con ella, y que se vaya feliz.
Llegó el día, me levanté, me vestí, me aseé, desayuné y cogí la guagua para ir al aeropuerto a buscar a Joana. Busqué la terminal por la que saldría, y por el camino encontré a un montón de chonis.
La ví, iba con su maleta color gris.
-¡Joana!
-¡Javi!-Dijo con su dulce voz.
-Cuánto tiempo, ¿como estás?
-Muy bien, pero ayúdame con las maletas que estoy muy cansada.
Se las llevé hasta la parada de taxis y por fin llegamos a Tegueste, las calles olían muy mal, porque estaban cambiando el piche. Era la una del mediodía y le enseñé la casa, su dormitorio, todo menos las cabras. Me puse manos a la obra con el almuerzo mientras ella se duchaba. Le preparé una receta que se me da bastante bien, arvejas.
Terminamos de almorzar, descansamos y por fín le enseñé mi pequeña granja. Le enseñé a ordeñar vacas, le encantó. Lo cierto es que no los pasamos muy bien, riendo a carcajadas porque toda la leche salía disparada para todos lados. Luego nos pusimos con las cabras, había que tener cuidado porque una de ellas estaba a punto de parir. Y vaya suerte, Joana vio el parto, como los dos baifos salían del interior de la cabra. Lo unico que pudo decir fue:
-Me gustan los baifos...
Ciro Ramos Díaz 2º C Me gustan los baifos
Un día un niño llamado Rubén, que vivía en un pequeño pueblo de Fuerteventura llamado Tuineje, estaba caminando con el abuelo por una montaña de la zona y escucharon el balido de una cabra. Fueron a buscarla y cuando la encontraron resultó que era un pequeño baifo y el niño que nunca había visto uno dijo: ¡es una cabra con enanismo! Jajaja saltó el abuelo, no Rubén no es una cabra con enanismo es un baifo.
El abuelo que llevaba comida en la mochila, en concreto arvejas, le dio de comer al baifo y lo dejo abollado. De vuelta a su casa Rubén le dio una patada a un berolo y sin querer le dio a la pierna del abuelo y este se cabreó y le dijo: ¡chacho no seas babieca no le des patadas a los toniques que le puedes dar a alguien como a mí! Rubén al día siguiente le pidió salir a la montaña otra vez al abuelo, pero como estaba muy ocupado con el baifo le dijo que no, que al día siguiente quizás. Durante muchos días el abuelo no paró de darle comida al baifo para que creciera bien y un día Rubén le dijo: ¡chacho, abuelo lo estás poniendo como una bosta! Rubén estaba empezando a odiar a ese baifo porque el abuelo ya no quería hacer nada con el… Todos los días Rubén iba a un árbol y se sentaba a pensar bajo un gajo que le daba sombra una forma de deshacerse de esa cabra con enanismo, hasta que un día pensó coger al baifo y dejarlo libre por la montaña. Cuando estaban en la colina Rubén lo dejo libre pero no se quiso ir, hasta que el baifo esquivó una patada y Rubén se cayó por la colina. Por suerte se pudo agarrar al borde a tiempo, pero no podía aguantar mucho tiempo agarrado. El baifo, que con el tiempo, y ya que el abuelo no paraba de darle de comer, se había hecho fuerte, cogió a Rubén por la manga de la camisa y lo subió. Rubén abrazo al baifo llorando de miedo y dijo: en definitiva me gustan los baifos.
El abuelo que llevaba comida en la mochila, en concreto arvejas, le dio de comer al baifo y lo dejo abollado. De vuelta a su casa Rubén le dio una patada a un berolo y sin querer le dio a la pierna del abuelo y este se cabreó y le dijo: ¡chacho no seas babieca no le des patadas a los toniques que le puedes dar a alguien como a mí! Rubén al día siguiente le pidió salir a la montaña otra vez al abuelo, pero como estaba muy ocupado con el baifo le dijo que no, que al día siguiente quizás. Durante muchos días el abuelo no paró de darle comida al baifo para que creciera bien y un día Rubén le dijo: ¡chacho, abuelo lo estás poniendo como una bosta! Rubén estaba empezando a odiar a ese baifo porque el abuelo ya no quería hacer nada con el… Todos los días Rubén iba a un árbol y se sentaba a pensar bajo un gajo que le daba sombra una forma de deshacerse de esa cabra con enanismo, hasta que un día pensó coger al baifo y dejarlo libre por la montaña. Cuando estaban en la colina Rubén lo dejo libre pero no se quiso ir, hasta que el baifo esquivó una patada y Rubén se cayó por la colina. Por suerte se pudo agarrar al borde a tiempo, pero no podía aguantar mucho tiempo agarrado. El baifo, que con el tiempo, y ya que el abuelo no paraba de darle de comer, se había hecho fuerte, cogió a Rubén por la manga de la camisa y lo subió. Rubén abrazo al baifo llorando de miedo y dijo: en definitiva me gustan los baifos.
Aryadna Mª Sánchez Hernández-Me gustan los baifos-2ºC
Me fui al monte de chuletada con mi familia, éramos como unos veinte entre los abuelos, los tíos, los primos, mi hermana y mis padres. Tenemos la costumbre de llevar cada uno algo de comida, unos llevan la carne, otros las papas, otros el mojo y el pan, otros el café y como no otro leva el postre y que no falte la fruta.
Lo primero que hacemos al llegar es buscar un par de fogones y unas mesas. Mientras los hombres van encendiendo el fuego las mujeres van preparando la mesa a la vez que los más pequeños buscamos madera para que el fogón se mantenga. Cuando la brasa ya esta bien hecha se pone la carne a asar y mientras se hace la carne echamos una partida al envite y como de costumbre entre el buen vino del abuelo unos buenos chicharrones y como no, unos chochos para ir haciendo boca. Cuando ya las papas se terminan de arrugar y la carne está bien tierna la abuela grita con voz dulce pero firme:
¡A la mesa, la comida se enfría!
Ya estando todos en la mesa empezaríamos a zampar hasta quedarnos aboyados.
Al terminar una de las tías pone el café al fuego, otra va partiendo el bizcocho otra lavando y pelando los duraznos…
Los más pequeños solemos jugar un partido de futbol aunque siempre se apuntan algunos de los mayores. Como siempre más de uno termina con las bembas hinchadas tras haber tropezado con un berilo o un fuerte golpe con la pelota.
Ya cayendo la tarde, con un pelete que nos congela los huesos empezamos a recoger para irnos a casa. Eso sí, conducen las mujeres ya que los hombres se han tomado unas copas de más y un dolor de totizo increíble.
¡Tenemos que parar en casa de la abuela! Dijo mi madre picándole un ojo a mi padre, que la abuela les tiene una sorpresa, cuando nos bajamos del coche vimos a mi abuelo con una cosa blanca y grande en los brazos. Nadie sabía lo que era hasta que mi hermana dijo ¡es un baifo! Y dijimos todos ¡nos encantan los baifos!
Lo primero que hacemos al llegar es buscar un par de fogones y unas mesas. Mientras los hombres van encendiendo el fuego las mujeres van preparando la mesa a la vez que los más pequeños buscamos madera para que el fogón se mantenga. Cuando la brasa ya esta bien hecha se pone la carne a asar y mientras se hace la carne echamos una partida al envite y como de costumbre entre el buen vino del abuelo unos buenos chicharrones y como no, unos chochos para ir haciendo boca. Cuando ya las papas se terminan de arrugar y la carne está bien tierna la abuela grita con voz dulce pero firme:
¡A la mesa, la comida se enfría!
Ya estando todos en la mesa empezaríamos a zampar hasta quedarnos aboyados.
Al terminar una de las tías pone el café al fuego, otra va partiendo el bizcocho otra lavando y pelando los duraznos…
Los más pequeños solemos jugar un partido de futbol aunque siempre se apuntan algunos de los mayores. Como siempre más de uno termina con las bembas hinchadas tras haber tropezado con un berilo o un fuerte golpe con la pelota.
Ya cayendo la tarde, con un pelete que nos congela los huesos empezamos a recoger para irnos a casa. Eso sí, conducen las mujeres ya que los hombres se han tomado unas copas de más y un dolor de totizo increíble.
¡Tenemos que parar en casa de la abuela! Dijo mi madre picándole un ojo a mi padre, que la abuela les tiene una sorpresa, cuando nos bajamos del coche vimos a mi abuelo con una cosa blanca y grande en los brazos. Nadie sabía lo que era hasta que mi hermana dijo ¡es un baifo! Y dijimos todos ¡nos encantan los baifos!
Daniela Franquiz Santana 2º C (me gustan los baifos)
Mi nombre es Julia y tengo 13 años, vivo en una pequeña granja, en Triquivijate, un pequeño pueblo de Fuerteventura, con mis padres, mi abuelo y mi hermano.
Mi ritmo de vida es un poco diferente al resto de los chicos de mi edad. Yo me levanto temprano y lo que hago es ir al gallinero para recoger los huevos que han puesto las gallinas y los duraznos y damascos de los árboles, para el desayuno.
Les echo de comer a las cabras, a las ovejas, a los cochinos y a los majalulos. A continuación me voy al pueblo para hacer la compra y ayudar a mi abuela con la comida, ya que mi madre se encuentra enferma y en cama, mi padre trabajando en el puerto y mi hermano mayor ayuda en la granja.
Es un camino muy costoso ya que por causas económicas no hemos podido ponerle piche por lo que no pasan guaguas por este lugar.
Hoy mi hermano y yo nos intercambiamos los trabajos como solemos hacer habitualmente, y a mi me tocó limpiar y ordenar el trastero del corral de las cabras. Mientras estaba recogiendo las cacas oí un ruido un poco extraño entre los escombros, iba a ver lo que era y tuve la mala suerte de tropezar con un gran berolo y darme una trompada contra las maderas que cerraban el corral.
Al ponerme en pie y recuperarme del golpe vi a un pequeño baifo asustado por el escándalo que había hecho, me acerqué hacia él y muy cariñoso empezó a lamerme las bembas, lo cogí y me puse a jugar un rato con él hasta que llegó la hora de la cena y tuve que dejarlos en su corral. Hoy he pasado una tarde un poco dolorosa, pero muy divertida gracias a ese pequeño animalito, ¡me gustan los baifos!
Mi ritmo de vida es un poco diferente al resto de los chicos de mi edad. Yo me levanto temprano y lo que hago es ir al gallinero para recoger los huevos que han puesto las gallinas y los duraznos y damascos de los árboles, para el desayuno.
Les echo de comer a las cabras, a las ovejas, a los cochinos y a los majalulos. A continuación me voy al pueblo para hacer la compra y ayudar a mi abuela con la comida, ya que mi madre se encuentra enferma y en cama, mi padre trabajando en el puerto y mi hermano mayor ayuda en la granja.
Es un camino muy costoso ya que por causas económicas no hemos podido ponerle piche por lo que no pasan guaguas por este lugar.
Hoy mi hermano y yo nos intercambiamos los trabajos como solemos hacer habitualmente, y a mi me tocó limpiar y ordenar el trastero del corral de las cabras. Mientras estaba recogiendo las cacas oí un ruido un poco extraño entre los escombros, iba a ver lo que era y tuve la mala suerte de tropezar con un gran berolo y darme una trompada contra las maderas que cerraban el corral.
Al ponerme en pie y recuperarme del golpe vi a un pequeño baifo asustado por el escándalo que había hecho, me acerqué hacia él y muy cariñoso empezó a lamerme las bembas, lo cogí y me puse a jugar un rato con él hasta que llegó la hora de la cena y tuve que dejarlos en su corral. Hoy he pasado una tarde un poco dolorosa, pero muy divertida gracias a ese pequeño animalito, ¡me gustan los baifos!
Carla Santos Glez .2.C Me gustan los baifos
Había una vez una pequeña granja en el islote los Lobos en la que habitaban muchos baifos.
Todos los habitantes estaban acostumbrados a convivir junto a ellos, todos menos un niño llamado Antonio.
Antonio era un niño tímido y perezoso, apenas salía de su casa. Muchas de las razones eran por su miedo a los baifos.
Un día, Marcos el más machango de los amigos, decidió gastarle una broma pesada, tenía pensado llevarle hacia los baifos de forma en que él no se diera cuenta.
Esa misma noche, fue a buscar a Antonio para decirle que le acompañara a cazar bichos. Cuando llegaron al lugar para desarrollar esta actividad, Marcos le ató una cinta alrededor de los ojos diciéndole que era una sorpresa. Le cogío la mano y dijo: toca esto Antonio. Antonio lo tocó y como sintió que era peludito le gustó. Y dijo:
- ¡Ños, qué peludito!
Al gustarle tanto aquel animalito decidió quitarse la venda y cuando vió que era un baifo se asustó tanto que se tropezó con un pedrolo y se cayó, entonces el baifo se acercó a él y le lamió la cara. Marcos, al ver como se ríia se acercó y le dijo:
-¡Qué tolete eres. ¿Tú no le tenías miedo a los baifos? Mientras se comía un durazno.
Antonio le respondió:
- Ahora no, ¡este baifo tan alpispa se va a llamar Daniel!
Y se fueron juntos con el baifo Daniel a casa de Antonio.
Cuando Antonio llegó a su casa le dijo a su madre:
-¡Mamá! ¡ya me gustan los baifos!
Todos los habitantes estaban acostumbrados a convivir junto a ellos, todos menos un niño llamado Antonio.
Antonio era un niño tímido y perezoso, apenas salía de su casa. Muchas de las razones eran por su miedo a los baifos.
Un día, Marcos el más machango de los amigos, decidió gastarle una broma pesada, tenía pensado llevarle hacia los baifos de forma en que él no se diera cuenta.
Esa misma noche, fue a buscar a Antonio para decirle que le acompañara a cazar bichos. Cuando llegaron al lugar para desarrollar esta actividad, Marcos le ató una cinta alrededor de los ojos diciéndole que era una sorpresa. Le cogío la mano y dijo: toca esto Antonio. Antonio lo tocó y como sintió que era peludito le gustó. Y dijo:
- ¡Ños, qué peludito!
Al gustarle tanto aquel animalito decidió quitarse la venda y cuando vió que era un baifo se asustó tanto que se tropezó con un pedrolo y se cayó, entonces el baifo se acercó a él y le lamió la cara. Marcos, al ver como se ríia se acercó y le dijo:
-¡Qué tolete eres. ¿Tú no le tenías miedo a los baifos? Mientras se comía un durazno.
Antonio le respondió:
- Ahora no, ¡este baifo tan alpispa se va a llamar Daniel!
Y se fueron juntos con el baifo Daniel a casa de Antonio.
Cuando Antonio llegó a su casa le dijo a su madre:
-¡Mamá! ¡ya me gustan los baifos!
Noelia González Pérez 2ºD Me gustan los baifos
Como todos, siempre mi día empieza con el alegato de mi madre. Empieza con que soy una machanga y termina por llamarme totufa.
Yo nunca le puedo decir nada porque acabo con un castigo. Luego me trae un chupete y con eso todo solucionado.
Aunque la verdad prefiero a mi madre que a mi hermano. Él es un belillo. Todo lo soluciona pegando.
Mi familia es así de especial.
Un día que iba con mi amiga, contándole justo lo que me pasaba me resbalé con un berolo y me caí justo en una bosta.
Pero eso no fue lo peor, al llegar a mi casa, mi padre se reviró y me echó también el alegato correspondiente.
Estaba encerrada en mi cuarto, con un dolor de barriga del emboste de papas y millo, con un fleje de tarea y un nota chillando por la ventana, llegué a pensar lo bueno que sería ser un animal. ¿Que tál un perro?,
¿bueno y si no me cuidan?, no sé. ¿Y un loro?, capaz que me toca un pirata como dueño... ¿Un gato?, que digo, si los odio...
Enciendo un fósforo, era lo más divertido que se podía hacer. Me pongo a hacer la tarea, en esto que me doy cuenta de que tengo que buscar información sobre las cabras para naturales, en esto que descubro que los hijos de las cabras se llaman baifos.
Vuelvo a lo de antes, ¿y las cabras?, o mejor... ¡Los baifos!. Sí, me gustan los baifos.
Yo nunca le puedo decir nada porque acabo con un castigo. Luego me trae un chupete y con eso todo solucionado.
Aunque la verdad prefiero a mi madre que a mi hermano. Él es un belillo. Todo lo soluciona pegando.
Mi familia es así de especial.
Un día que iba con mi amiga, contándole justo lo que me pasaba me resbalé con un berolo y me caí justo en una bosta.
Pero eso no fue lo peor, al llegar a mi casa, mi padre se reviró y me echó también el alegato correspondiente.
Estaba encerrada en mi cuarto, con un dolor de barriga del emboste de papas y millo, con un fleje de tarea y un nota chillando por la ventana, llegué a pensar lo bueno que sería ser un animal. ¿Que tál un perro?,
¿bueno y si no me cuidan?, no sé. ¿Y un loro?, capaz que me toca un pirata como dueño... ¿Un gato?, que digo, si los odio...
Enciendo un fósforo, era lo más divertido que se podía hacer. Me pongo a hacer la tarea, en esto que me doy cuenta de que tengo que buscar información sobre las cabras para naturales, en esto que descubro que los hijos de las cabras se llaman baifos.
Vuelvo a lo de antes, ¿y las cabras?, o mejor... ¡Los baifos!. Sí, me gustan los baifos.
Claudia González Luis 2ª ESO D Me gustan los baifos
Érase una vez una niña llamada Sindy, ella era una niña alta, rubia y de pelo rizado. Vivía en un pequeño pueblo llamado Villafuente, allí ella y su padre tenían una granja con un fleje de huertas donde sembrar papas, trigo, millo, etc.
Al ir al colecio cogió la guagua. Era su primer día de clase y no cabía la menor duda de que por sus pintas se iban a reir de ella; llevaba unos pantalones cortos rotos por las orillas, una camiseta de asillas marrón que le quedaba larga y unos zapatos negros con unos calcetines blancos subidos hasta las canillas y llevaba pedazos de heno entre los dientes. No hizo más que entrar a la guagua y las carcajadas empezaron desde atrás de la guagua, durante todo el trayecto se pasaban tirándole bolas de papel a la cabeza, entre alguna que otra carcajada se podía oir pequeñas voces a lo lejos, que decían totufa, zoqueta, machanga, etc.
Cuándo por fin llegaron al colegio Sindy entró corriendo, para no tener que seguir oyendo a sus compañeros. Al entrar a la clase se sentaron todos y escucharon al profesor decir que Sindy al ser la nueva tendría que preparar una fiesta en su casa. Sindy estaba nerviosa, no sabía que decir así que lo único que pudo hacer es decir que sí, de repente volvieron las carcajadas y el profesor le preguntó dónde vivía, Sindy respondió rápidamente
Cuándo por fin llegaron al colegio Sindy entró corriendo, para no tener que seguir oyendo a sus compañeros. Al entrar a la clase se sentaron todos y escucharon al profesor decir que Sindy al ser la nueva tendría que preparar una fiesta en su casa. Sindy estaba nerviosa, no sabía que decir así que lo único que pudo hacer es decir que sí, de repente volvieron las carcajadas y el profesor le preguntó dónde vivía, Sindy respondió rápidamente
-Vi...Vi... Vivo en la calle Pialna nº6.
Las carcajadas pararon en seco y el profesor de nuevo le preguntó boquiabierto
Las carcajadas pararon en seco y el profesor de nuevo le preguntó boquiabierto
-¿Tu eres Sindy Palmich la niña extravagante que asesinaron hace 10 años y que se dice de ella que su alma vaga por Villafuente imitando el sonido de un baifo?.
La niña desapareció de la nada y lo único que se oyó en la habitación fue su voz a lo lejos que decía
La niña desapareció de la nada y lo único que se oyó en la habitación fue su voz a lo lejos que decía
-¿Qué le vamos a hacer?, me gustan los baifos.
MARIA FORNOS LORENTE 2ºD. Me gustan los baifos
Hola, me llamo Kiara y les voy a contar una pequeña parte de mi verano.
Es agosto y tengo muchas ganas de ir a un campamento, mi madre está buscando en internet, ella quiere un campamento en el que pueda aprender algo, a mí me da igual, ¡yo quiero ir a un campamento!
-¡Kiara , creo que ya he encontrado uno que te puede gustar! -Dice mi madre muy contenta- Se llama campamento Garabato, aprendes cosas canarias, ¿quieres ir? Es del 5 al 10 de agosto.
-¡Si claro que quiero ir mamá, pero solo faltan 4 días, hay que comprar las cosas!.
-Kiara, en la página web pone que no se pueden llevar golosinas, como chupetes, regalices, gominolas…hay que llevar una linterna o una vela para alumbrar, ah y si llevas una vela hay que acordarse de llevar fósforos, recuérdalo.
Por fin llega el día; estamos esperando a la guagua .
-Bueno chicos les vamos a repartir las camisetas del grupo que les toca- Dice un nota que no me trae muy buena espina.
-A mí me ha tocado el grupo de los baifos mamá, bueno te echaré de menos- Le digo a mi madre.
Cuando llegamos al campamento, después de una larga caminata, conocí a una chica que se llama Paula, se pondrá conmigo en la caseta de campaña.
En el campamento hay vacas y cabras y un niño llamado Ander pisó una bosta, el pobre se quedo apestando…
A la noche en la cena estaba enyugada, porque me entró la risa comiendo gofio. Después nos fuimos a la caseta a dormir, y hacía un pelete increíble.
Al día siguiente jugamos a la gallinita ciega y Paula se dio con un árbol y se hizo un totufo en la frente.
Pasaron los días y cada día lo pasábamos mejor, en mi grupo éramos muy divertidos y lo pasamos muy bien , por eso puedo decir que me gustan lo baifos.
Es agosto y tengo muchas ganas de ir a un campamento, mi madre está buscando en internet, ella quiere un campamento en el que pueda aprender algo, a mí me da igual, ¡yo quiero ir a un campamento!
-¡Kiara , creo que ya he encontrado uno que te puede gustar! -Dice mi madre muy contenta- Se llama campamento Garabato, aprendes cosas canarias, ¿quieres ir? Es del 5 al 10 de agosto.
-¡Si claro que quiero ir mamá, pero solo faltan 4 días, hay que comprar las cosas!.
-Kiara, en la página web pone que no se pueden llevar golosinas, como chupetes, regalices, gominolas…hay que llevar una linterna o una vela para alumbrar, ah y si llevas una vela hay que acordarse de llevar fósforos, recuérdalo.
Por fin llega el día; estamos esperando a la guagua .
-Bueno chicos les vamos a repartir las camisetas del grupo que les toca- Dice un nota que no me trae muy buena espina.
-A mí me ha tocado el grupo de los baifos mamá, bueno te echaré de menos- Le digo a mi madre.
Cuando llegamos al campamento, después de una larga caminata, conocí a una chica que se llama Paula, se pondrá conmigo en la caseta de campaña.
En el campamento hay vacas y cabras y un niño llamado Ander pisó una bosta, el pobre se quedo apestando…
A la noche en la cena estaba enyugada, porque me entró la risa comiendo gofio. Después nos fuimos a la caseta a dormir, y hacía un pelete increíble.
Al día siguiente jugamos a la gallinita ciega y Paula se dio con un árbol y se hizo un totufo en la frente.
Pasaron los días y cada día lo pasábamos mejor, en mi grupo éramos muy divertidos y lo pasamos muy bien , por eso puedo decir que me gustan lo baifos.
Lidia Rodríguez. 2ºD Me gustan los baifos
Un buen día Juan se decidió a hacer una excursión al monte de Pedro Álvarez con toda su familia. Subiendo con el coche una rueda se les pinchó y suerte que la familia es grande porque llevaban dos coches. Juan y su hermano Pedro pasaron la comida para el otro coche y mientras que intentaban conseguir cobertura para poder llamar a la grúa la madre de Juan, su esposa, sus 2 hijos y su cuñada Teodora y sobrinos Tanausú, Federico y Eugenia se acomodaron costosamente en el otro coche para poder seguir con su día de picnic.
Llegaron y no les fue fácil encontrar aparcamiento y tuvieron que dejar el coche en un lugar prohibido. Para encontrar mesa tres cuartos de lo mismo, medio año para poderse sentar. La madre, la más cansada que estaba, se tuvo que subir al coche del lío que se habían hecho, y los niños del pelete que tenían también se subieron.
Mientras tanto Pedro y Juan habían tenido un poco más de suerte y la grúa enseguida vino, pero la que les esperaba para subir todo ese pedazo de pendiente. No les quedaba otra, un ángel del cielo no iba a caer.
Mientras que por el otro lado la mujer de Pedro decidió abrir el maletero del coche para embostarse, ellas estaban preparando todo mientras que los niños jugaban.
Llegó la hora de comer y Federico se había caído y se había abierto la pierna, tras una larga preocupación enseguida a Teodora se lo ocurrió coger berolos y poner la comida encima de ellos para ella coger el coche y salir a urgencias.
Bajando Juan y Pedro se subieron con ella y el nota para ir al médico.
Tuvieron una tarde desastrosa y solo les quedaba para acabar esto que les ocurrió a última hora. Un baifo se les metió por medio mientras bajaban por el monte. Le partieron una pata y Juan tuvo que pararse a quitar el baifo de en medio de la carretera, pero éste le mordió, solo les faltaba tener un accidente para completar el mal día que habían tenido.
Al llegar al médico al niño le pusieron puntos y el machango del médico le dijo que se recuperaría rápido y a Juan que la herida estaba infectada pero que se curaría si se la trataba como le habían dicho.
Subieron de nuevo al monte y se encontraron un montón de bosta, que pisaron para completar el día para recoger a la familia que no se sabía cómo estaba. Y al parecer tuvieron un poco más de suerte porque cogieron mesa una hora después pero la cogieron y Juan como le había mordido el baifo decidió comprar uno para comérselo otro día cuando su sobrino se curase ya que el resto del día les fue fatal.
¡Me gustan los baifos!
Llegaron y no les fue fácil encontrar aparcamiento y tuvieron que dejar el coche en un lugar prohibido. Para encontrar mesa tres cuartos de lo mismo, medio año para poderse sentar. La madre, la más cansada que estaba, se tuvo que subir al coche del lío que se habían hecho, y los niños del pelete que tenían también se subieron.
Mientras tanto Pedro y Juan habían tenido un poco más de suerte y la grúa enseguida vino, pero la que les esperaba para subir todo ese pedazo de pendiente. No les quedaba otra, un ángel del cielo no iba a caer.
Mientras que por el otro lado la mujer de Pedro decidió abrir el maletero del coche para embostarse, ellas estaban preparando todo mientras que los niños jugaban.
Llegó la hora de comer y Federico se había caído y se había abierto la pierna, tras una larga preocupación enseguida a Teodora se lo ocurrió coger berolos y poner la comida encima de ellos para ella coger el coche y salir a urgencias.
Bajando Juan y Pedro se subieron con ella y el nota para ir al médico.
Tuvieron una tarde desastrosa y solo les quedaba para acabar esto que les ocurrió a última hora. Un baifo se les metió por medio mientras bajaban por el monte. Le partieron una pata y Juan tuvo que pararse a quitar el baifo de en medio de la carretera, pero éste le mordió, solo les faltaba tener un accidente para completar el mal día que habían tenido.
Al llegar al médico al niño le pusieron puntos y el machango del médico le dijo que se recuperaría rápido y a Juan que la herida estaba infectada pero que se curaría si se la trataba como le habían dicho.
Subieron de nuevo al monte y se encontraron un montón de bosta, que pisaron para completar el día para recoger a la familia que no se sabía cómo estaba. Y al parecer tuvieron un poco más de suerte porque cogieron mesa una hora después pero la cogieron y Juan como le había mordido el baifo decidió comprar uno para comérselo otro día cuando su sobrino se curase ya que el resto del día les fue fatal.
¡Me gustan los baifos!
NEREA ALONSO PADILLA 2ºD Me gustan los baifos
Un día mis padres me llevaron a la granja de mis abuelos. Mi padre vivía ahí cuando era pequeño, no tenían tantos animales como tiene ahora mi abuelo. A mi abuelo y a mi padre le gustaban mucho los animales, yo solo tengo un perro y cuatro tortugas. Le dije a mis padres que quería un baifo, y como no me la podían comprar me trajeron aquí, hay cabras, ovejas, caballos y gallinas pero lo que más me asombró fue que tenía un ñu. Mis abuelos no tienen televisión por lo tanto están todos los días con los animales, por eso les gustan tanto. Era viernes y había nacido un pequeño baifo que mi abuelo lo llamó Lucas, como yo, y me lo regaló y le dije a mi abuelo ¡¡Me gustan los baifos!!!
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