sábado, 6 de noviembre de 2010

Laura Santana Pérez. 2ºC . Me Gustan Los Baifos.

   Fuera llovía. Por la ventana se veía un cielo gris y nada más. Teníamos encima una neblina espesa que no dejaba ver nada. Yo escuchaba el repiquetear de las gotas en la ventana cuando mi padre se acercó a la puerta del salón.
    - Emilia, buenas noticias. En Semana Santa nos vamos de viaje.
    Al oír eso mi cara hizo una mueca de felicidad sin que yo me enterase. Nunca, en mis catorce años de vida, había salido de Extremadura ni para ir a una excursión escolar. De la emoción abracé a mi padre, por haber hecho que apareciera el Sol ante mis ojos. Fuí corriendo a mi cuarto a preparar el bolso. Cogí la maleta, la abrí y empecé a meter un montón de ropa. De repente, se me ocurrió algo. Volví con mi padre, que ahora estaba en la cocina, y le pregunté:
   - Pero... ¿A dónde vamos?
   Cuando llegamos a Gran Canaria comencé a alucinar. Las primeras tres cosas de las que me di cuenta fueron:

1). ¡Nunca había estado en un lugar completamente rodeado de agua!
2). Fue una estupidez llevar tanta ropa de abrigo.
3). Aquello parecía un asadero.

Al llegar al hotel lo dejamos todo y fuimos a un parque que había cerca. Sin darme cuenta hice un amigo.N os conocimos gracias a una conversación parecida a ésta:

   Él: ¡Cuidado con el damasco!

   Yo: ¿Qué?
   Él: Genial, me quedé sin merendar.
   Yo: ¿Qué es esto?
   Él: Un damasco aplastado por una majalula.
   Yo: ¡¿Qué?!

   Miré lo que tenía en el pie. parecia un albaricoque. El niño se llamaba Jonay y hablaba súper raro. Decía cosas como cambado, durazno, llamaba alpispa a la gente... Pero lo más raro es que tenía por mascota una cabra. Bueno, una cría de cabra. Él la llamaba Arveja. Ahora mismo estoy patinando entre si eso en un nombre decente u otra cosa.
    Mis días de vacaciones se fueron agotando. La cabra de Jonay cada vez me parecía más graciosa. El último día que vi a mi amigo me dijo: "El baifo te echará de menos". Le pregunté que era un baifo, me dijo que así se llamaba a la cría de la cabra. Al volver al colegio se lo conté todo a mis amigas con pelos y señales. Me acuerdo del final de una conversación absurda con Eva, una de mis compañeras de clase:
- ¿Y qué pasó entonces?
- Que Arveja corrió tras el gato y le mordió el rabo. Arveja es graciosísima, por eso me gustan los baifos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nota: 5