domingo, 30 de enero de 2011

Ivana Díaz Cedrés. Piratas 2º C

...alguien de carne y hueso, con toda seguridad.
De repente se escucha de nuevo el estribillo de la canción, pero esta vez, la voz era más segura, y cada vez, sonaba más fuerte, probablemente se acercara. Miré por el rabillo del ojo y vi a Merry muerto de miedo, se escondió entre un matorral y el tronco de un árbol. Seguí con la mirada y Morgan, que estaba en el suelo, pegó un brinco y se escondió junto a Merry. Enseguida miré hacia donde se hallaba Silver, que había dicho que probablemente sería alguien para gastar una broma, se escondió detrás de una gran piedra. 
La voz aún más fuerte cantaba otra vez:
''...Quince hombres sobre, el baúl del muerto...
¡Yujujú, y una botella de ron!...''
Se acercaba, aquella criatura, fuese lo que fuese, se acercaba y todos estábamos muertos de miedo, aquello cantaba una canción que sólo la sabían los piratas, y que, el pirata más temido por todos, había compuesto. Cada vez que se acercaba se podía diferenciar mejor, y la voz grave y raspada, sonaba ahora muy desafinada.
Merry, Morgan y Silver aún aterrorizados siguen escondidos en sus escondites. Yo que no sabía qué hacer me quedé plantado allí mismo.
-¡Ven, corre, escóndete conmigo!- Me susurraba Silver desde detrás de la piedra.
Aún no me movía, estaba muerto de miedo. Pero pude pensar y rápidamente me escondí junto a Silver.
-Si no me llegas a llamar, me quedaba allí, tengo miedo-Le dije sin más.
-¡Shh!, espera-. Ahora más bajito me lo dijo.
Ahora sólo se escuchaban pequeños pasos, rápidos y suaves, muy suaves. Pero...¿y ahora qué pasa? Ha dejado de sonar todo aquello que pueda hacer ruido. El silencio dominó la situación. Me estaba frustrando. Yo seguí escondido.
 Como no ocurría nada, Merry decide salir de su escondite, asomarse lo mínimo para poder apreciar el paisaje y saber qué ocurría. Las arrugas que se le habían dibujado en la frente debidas al miedo, desaparecen. Y empieza a echar una carcajada y patalear con las piernas en el suelo. Las lágrimas le salieron de los ojos, subiendo y bajando por las cicatrices marcadas de antiguas peleas. Yo no entendía nada. Hace diez segundos estábamos muertos de miedo. Morgan y Silver reaccionaron igual que yo, extrañados, salen de su escondite porque no entendían por que su amigo pirata se estaba riendo de tal manera, cuando asomamos la cabeza vemos a nuestro amigo tirado en el suelo llorando y riendo, sigo con la mirada un poco mas allá y veo al loro de Silver, con una radio, estaba sintonizada en la frecuencia 103.1 ''40 princiratas'' (de ahí los actuales 40 principales). El loro estaba cantando la canción, imitaba la voz grave del pirata que todos temían, y como estaba resfriado, de vez en cuando desafinaba e hizo provocar más risas aún. Ahora lo entendía el pobre loro estaba cantando, o eso era lo que intentaba. Ahora las lágrimas salían con mas fluidez. Un dolor estaba cobrando vida en mi estómago. Producido por la risa.
Los cuatro, es decir, cinco con el loro, decidimos volver a la costa, coger el barco y regresar de de donde habíamos venido. Pero antes, debíamos hacer una cosa. 
Enterramos la radio en la arena de la playa, porque habíamos pasado un pánico terrible. Antes de ver que era el loro quien cantaba la canción. Todos regresamos a nuestras casas y nunca más volvimos a escuchar esa canción. Manías de piratas. Si le coges miedo a algo, es mejor que lo apartes y estrujes, espachurres todo lo demás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nota: 6. Tuve que hacer algunas correcciones; además, algunos verbos están en presente y otros en pasado.