sábado, 6 de noviembre de 2010

Lucía Herrera. ...me gustan los baifos.2º C

   Movía las manos de un lado a otro intentando expresarle a su madre lo que no sabía como decírle con palabras, mientras la miraba con ojitos de pena y los labios entreabiertos preparados para rebatir cualquier frase que dijera su madre.
   -Irás lo quieras o no ¿entendido, Isora? -le decía su madre con gesto serio y algo enfadado con los brazos cruzados. La madre de Isora era una señora de treinta y pocos, cabellos castaños y siempre peinaba una coleta sin flequillo que tapara aquella gran frente y tenía unas grandes bembas; Isora intentó debatirlo de nuevo 

   -No hay más que hablar -le dijo cortante su madre caminando de nuevo a la cocina a seguir preparando la cena.
  Isora era una chica de unos quince, caprichosa y para nada de pueblo. Tenía el cabello por los hombros y de color negro como el mismísimo carbón, con un flequillo totalmente recto.

    Ante tales negativas de su madre, infló los mofletes y caminó rumbo a su habitación por el oscuro pasillo, maldiciendo todo aquello que estuviera en su camino, inclusive a su querido gato. Agarró el pomo de la puerta con fuerza, dispuesta a dar un portazo.
   -No, relax...-se dijo a sí misma en voz bajita y cerró la puerta con calma apoyando la espalda en ella

   -El campo no puede ser tan malo-se decía mentalmente -¿¡Cómo qué no puede ser tan malo!? ¡No veré a mis amigas ni a nadie! ¡Estaré entre bichos! -Resopló enfadada y se puso a hacer a la maleta.
   Y es que nuestra protagonista debía irse por unos días con su tío Juanito, al campo.

   -Bueno...quizás no sea tan malo -se dijo desviando la vista un momento hacia el árbol que tenía frente a su ventana. Las flores de damasco eran bonitas realmente.

   A la mañana siguiente se despertó bastante temprano pues según su madre tenía que llegar temprano. Bufó arrastrándo los pies por la casa arreglándose hasta que de un pequeño portazo salió de la casa.

   Cargaba su maleta llena de ropa, productos para el pelo y maquillaje, aunque se preguntaba si en el campo habría electricidad. Al poco de esperar se subió a la guagua con una mueca de desagrado.

   Veinte minutos después llegó a lo que sería su nuevo hogar durante unos días. Era una gran casa, la verdad; de una sola planta y a su alrededor había grandes plantaciones de algo verde que no lograba identificar. Caminó hasta la puerta de la casa por un caminito de tierra, es decir no tenía piche. Buscó el timbre sin resultado alguno hasta que al final dio un par de toques en la puerta de madera.

   -¡Oh Isora!  -Exclamó un hombre de gran bigote blanco y sin pelo alguno en la cabeza -Anda pasa, luego te enseño el campo -Le dejó paso - Es que ando algo aboyado de las papas arrugadas que hizo mi mujer.

   -Oh ¿qué es ese animalito de ahi?-Dijo Isora antes de entrar señalando  lo que parecía una cabra pero en pequeñito que estaba a los pies de su tío.

   -Un baifo-le respondió su tío.

   -Vaya -La chica sonrió dulcemente por primera vez en dos días-me gustan los baifos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nota: 6