sábado, 6 de noviembre de 2010

Daniel Rodríguez Suárez 2ºC Me gustan los baifos

   Estaba contra la pared sufriendo, torturado y acongojado…
   Tres hombres tirándome berolos y jugando entre ellos, a ver quién me daba en la cabeza, oscuridad…
   Tirado en el suelo de mala calidad ( piche ), cambado, debido a los moratones sufridos.
   Todavía me acuerdo como empezó todo: el día anterior estaba en la playa con unos amigos, ese día hacía mucho calor, estábamos celebrando nuestra recién llegada a México, a la península de Yucatán.
   Nos había tocado un sorteo de un viaje a un hotel de 5 estrellas 2 semanas y ese día era el primero que estábamos allí.
   Se nos ocurrió ir a Ciudad De México al día siguiente, a mí me daba un poco de miedo puesto que esa ciudad tiene uno de los mayores índices de asesinatos, violaciones y secuestros del mundo .
   Nosotros íbamos a ir sin guía ni nada puesto que había un amigo de esos que mencioné antes que vivía allí y según él se la conocía como la palma de su mano…
   Al principio todo fue bien, nos enteramos donde había un restaurante de comida canaria donde se servía carne fiesta, chochos, duraznos, arvejas, etc.
   Pero después nos fuimos adentrando en la ciudad cuando pasamos por una calle llamada Miraflor, muy pobre según las gentes del lugar. En ese lugar había una comisaría y cuando pasamos miré de soslayo un cartel que ponía que se daba una recompensa a quien atrapase a una banda de secuestradores. Lo comenté en plan vacilón con mis amigos y ellos se rieron de mí cuando les sugerí que podíamos cogerlos ¡hasta me llamaron machango!.
   Seguimos así viendo y viendo la ciudad hasta que se hizo de noche .
   Yo estaba atemorizado puesto que de repente empezaron a aparecer prostitutas, traficantes de la droga etc.
   Les estaba diciendo que nos fuéramos de vuelta al aeropuerto para volver a la península de Yucatán, pero dijeron que nos quedaba un único sitio que visitar de nuestra particular excursión: me quedé atónito…¡Una discoteca!.
   Nada más llegar vi lo típico de una discoteca, gente bailando, pero cuando afiné la vista había personas tomando pastillas llamadas éxtasis, cocaína, (entre otras cosas), de las cuales muchas se desmayaban y posteriormente las sacaban por la puerta trasera.
   Cuando nos dimos cuenta de la "movida" y queríamos salir de allí, vi dos hombres de negro que me cogieron y me taparon la boca con algo que me dejó dormido y no recuerdo nada más.
   Cuando desperté vinieron tres hombres de negro que me llevaron a una estancia que pertenecía a una granja donde había muchas cabras para seguro matarlas y venderlas para comercio. Comenzaron a torturarme, solicitando información sobre un alijo. Como no pude responder porque no sabía nada, me ofrecieron que me dejarían libre con la única condición de que pasara mercancía cuando regresara a Canarias. En ese momento apareció un cuarto hombre con acento diferente a los otros tres preguntando qué había de cena. Por la forma de hablar descubrí que era canario como nosotros. Había una cabra pequeñita y yo pensé qué bonita la cabrita y de repente salió un cuchillo de la nada y mató al cabrito de una rebanada de cuello antes de que ese cuchillo se dirigiera a mi corazón para darme una puñalada mortal, vi que el hombre que había matado a la cabrita se la ofreció a otro y lo último que oí antes de pasar a mejor vida fue: tranquilo, no me la des, no me gustan los baifos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nota: 6