martes, 14 de febrero de 2012

Historia de piratas Nazaret Santana Rodríguez 2ºC





No entendíamos de donde salia aquella canción que nos revolvía las entrañas.
- ¡ Mal rayo! -dijo Morgan-, qué sucede, es normal que los piratas robemos tesoros pero siempre he escuchado historias de maldiciones por coger tesoros de otros. Pero en este caso este pirata no lo necesita pues ya no es sino un manojo de huesos.
Uno de los piratas del grupo que tartamudeaba del miedo dijo:
- Le tengo miedo a los muertos y respeto, lo mejor es salir del bosque y llegar a la playa donde con un bote alcanzaremos el barco y pondremos rumbo a otro lugar.
- Jajajaja, tenle miedo a los vivos, ¿ qué te va a hacer este saco de huesos?
Todos se rieron y dos de ellos arrastraron el cofre hasta la orilla de la playa.
Intentamos abrir el cofre pero era imposible y decidimos llevarlo al barco y abrirlo allí. Cada uno imaginó lo que habría dentro.
Al llegar al barco nos sentimos a salvo pero una sensación rara invadió el aire. Era el sentimiento de la desconfianza, todos nos sentíamos dueños del tesoro y no queríamos compartirlo.
Como yo era el pinche de cocina me mandaron a preparar la cena, cosa que hice de muy mala gana, pues yo también era dueño de aquel cofre.
Este cofre aun sin abrir había acabado con la amistad, unión y juramento de los piratas.
Esa noche oscura en la cual hasta el mar estaba atento a cualquier movimiento todos se espiaban, en un abrir y cerrar de ojos estaban enfrentados los seguidores de Morgan con los del Garfio, llamado así por su mano.
-¡Morgan! ¿ qué quiere coger y por qué está en la proa?
-Lo mismo que tú pero se quedara con el cofre el que quede vivo.
- No lo dudes Garfio, mis hombres acabaran con tu tanda de borracho y verás como me quedaré con todo el oro del baúl.
Se escuchaban los sables, las espadas y los lamentos de los muertos.
Al cabo de un rato bastante lago se hizo el silencio y solo se escuchaba el batir del mar contra el casco de barco.
Todo había acabado, se habían matado entre ellos por un cofre que no sabían lo que tenía.
Salí de mi escondite y mireé a mi alrededor, solo cuerpos sin vida y se escuchó de nuevo esa canción que salió de aquel cofre maldito. Con todas mis fuerzas lo empuje hasta el borde del barco y lo lancé al fondo del mar.
-¡Húndete!, donde nadie te pueda encontrar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nota: 5