Entre montañas escarpadas y dañadas por el viento aparece embellecida, elegante y cálida la costa de un bonito pueblo. Entre el ir y venir de las olas, sonoras en invierno y llenas de calor y salitre en verano.
Por un camino arenoso y empedrado recorres el trayecto hasta las costas de las montañas de Anaga, donde el mar te recibe salpicando, acariciando y haciendo sentir el frío en tu cara.
Lugar de pensamientos, inquietudes, tristezas y alegrías de los cuales me despierta el sonido del mar majestuoso, brillante e infinito en el cual pierdo la vista e imagino el cantar de una sirena.
1 comentario:
Nota 10 ¡Excelente tyrabajo!
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