domingo, 16 de octubre de 2011

Erin Amador 2º A Descripción literaria de un lugar....



Ahí me encuentro, hundiendo mis pies en tu arena ardiente, a mi espalda, una carretera muy transitada, llena de coches, que no parecen ser más que puntos de colores en movimiento, tras esa carretera consigo divisar unas dunas gigantescas, que esconden un desierto de arena interminable, que parece envolverme cada vez más, cierro los ojos, mi respiración se corta y me giro lentamente, cuando los abro, vuelvo a ver un desierto, pero esta vez no es de arena, sino de agua, el mar, que con sus olas danzarinas y rítmicas, golpea repetidamente el arrecife, provocando que el agua se filtre entre las rocas, creando una espuma blanca y voluminosa. Me limito a observar lo que me rodea, a mi derecha, numerosos charcos transparentes cargados de tesoros que esperan ser encontrados, a lo lejos, tres o cuatro dunas salpicadas de verde, de repente oigo el ruido de un silbato y me giro inmediatamente hacia la cabaña del socorrista, nada, la cabaña está cerrada, el socorrista ya se ha ido, vuelvo a oír el silbato y dirijo la vista hacia el cielo, consigo ver ocho o nueve gaviotas que emiten un graznido molesto, mientras vuelan formando una V irregular, están realizando sus migraciones hacia la isla misteriosa que nos observa desde el otro lado de la playa, un punto lejano y solitario en mitad del océano, les espera un largo trayecto. Me tambaleo, estoy mareada, tropiezo y apoyo mi pie sobre una caracola apenas visible entre la arena, aparto el pie sobresaltada, me agacho y la recojo, enseguida me doy cuenta de que la arena está plagada de ellas, todas diferentes: rayadas, moteadas, ovaladas, circulares...parecen mágicas, recojo un puñado y me las meto en el bolsillo, me tumbo sobre la arena, cierro los ojos, no hablo, no me muevo, no pienso. Cuando los vuelvo a abrir, meto enseguida la mano en el bolsillo, las caracolas siguen ahí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡Excelente!! Nota 10