Ya hace tiempo, en un lugar asequible, en un monte de Taganana con muchas melocotoneras muy bellas; entre duraznos en el suelo me encontraba yo sentado cómodamente en uno de esos árboles, abollado de tanta cotufa. Y es que, en una noche de cine es de guiri no comerlas.
Me encontraba cansado, y decidí echarme un rato. Pero entre tanto vi a un machango acercándose a mi con un pequeño baifo.
- ¡Ño! ¿Qué hace una persona con un baifo tan pequeño por aquí?
- Me gusta presumir de baifo -dijo con una pequeña sonrisa.
- Que engreído... -le respondí.
La verdad es que me encantan los baifos, pero la actitud de aquel personaje no. Era un hombre alto, gordo y con unas bembas que se le salían de su órbita. Como no pude aguantarme, para no pegarle una trompada, le dije:
- Me gustan los baifos, es muy bonito, pero si quieres presumir no salgas a la la calle, que con esas bembas es muy difícil.
El hombre, atónito, salió corriendo con su baifo y tropezó con un berolo, pero siguió su rumbo. Aquel hombre aprendió su lección y yo la mía: cada vez más, me gustan los baifos.
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Nota: 9
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