martes, 7 de febrero de 2012

Diana Hernández 2ºA La isla del tesoro.

-¿Silver, cómo puedes estar tan seguro? –preguntó Morgan con voz queda.

-No lo estoy –contestó él.  Pero será mejor que lo averigüemos pronto pues, si lo es, no vaya a encontrar el tesoro antes que nosotros. Eso sí que sería para matarse aquí mismo, y no una simple cancioncilla. Adentrémonos en el bosque y no perdamos más tiempo.

-¿Crees que es buena idea? –preguntó Merry.

-Sí. Y si no nos damos prisa, mañana no será uno de nuestros mejores días. ¡Vamos, deprisa! – se impacientó Silver.

Todos le seguimos. Todos asustados hasta lo más hondo de nuestro cuerpo. Sin saber qué pensar. Inseguros.

Andando sin rumbo fijo, entre los árboles, encontramos un rincón donde pasar la noche. Alrededor del fuego planeamos lo que haríamos al día siguiente. Un tesoro escondido. Aquella canción… 
Todo aquello empezaba a amontonarse en mi cabeza y, cansado, me acosté sobre aquel manto húmedo y verde.

Cuando abrí los ojos pude ver la luz de la luna. Incluso desde donde nos encontrábamos, hacia el centro de la isla, se oía el ruido del mar. Todos estaban dormidos. Las ramas de los árboles dibujaban figuras extrañas en las sombras. Quise cerrar de nuevo los ojos, cuando volví a oír aquel estribillo:

"…Quince hombres sobre el baúl del muerto…"

¡Yujujú, y una botella de ron!…"

Me puse en pie de un salto y corrí hacia ningún sitio. Grité asustado y los piratas despertaron de su sueño. Sobresaltados me preguntaron qué pasaba.

-¡Alguien ha cantado el mismo estribillo! –dije asustado. Lo he oído por allí, venía de detrás de los árboles –añadí.

Los piratas se miraron los unos a los otros, temblorosos.

-Ya lo había dicho yo, ¡es Flint! –gritó Merry asustado.

Silver se quedó en silencio, pensativo; intentando buscar una explicación lógica sobre quién podría haber sido.

-Me temo que el fantasma de Flint no quiere que encontremos su tesoro –dijo Silver.

-Sigamos adelante –propuse. No le tengamos miedo a algo que no es de carne y hueso.

-Cómo se nota que no has pasado por esto, muchacho –me dijo Morgan en voz baja.

No supe qué decir. Esperaba que alguien dijese algo antes de volver a decir algo que les pareciese una locura.

-Jim tiene razón; sigamos adelante –dijo Silver.

Tras pensárselo dos veces, el resto de los piratas hicieron caso a Silver y recogieron sus cosas. Antes de que amaneciera ya habíamos emprendido rumbo hacia donde Silver, aseguraba que estaba escondido el tesoro.